¿Todos los turistas molestan? Sí, salvo cuando los turistas somos nosotros
Como en años anteriores, España vuelve a crecer en número de turistas visitantes, aunque algunas ciudades están «muriendo de éxito». El turismo masificado en España se está convirtiendo en un problema de estado.
En este ya pasado año 2017, España y por lo tanto la mayoría de sus comunidades autónomas han vuelto a conseguir récord de turistas. Ciertamente, esto es una gran alegría para las arcas de la nación y para muchas empresas y trabajadores dedicados a ésta que es la primera industria del país. Para ellos, el turismo masificado en España no es un problema ni mucho menos.
Sin embargo, paradójicamente son muchas las ciudades que empiezan a morir de éxito, ya que los ciudadanos se encuentran incómodos con la presencia excesiva de turistas extranjeros que deciden visitar España.
Hay varios factores como los siguientes que propician una combinación perfecta para que cualquiera tenga ganas de viajar, principalmente viajar a ciudades españolas:
- – Los medios de transporte low cost.
- – Las ofertas de hoteles y apartamentos en el centro de la ciudad.
- – La teórica superación de la crisis económica.
Además, una gran mayoría de estos turistas quieren viajar a España. Si a esto sumamos la exposición permanente que todos o casi todos tenemos en las redes sociales, junto con las fotos que nosotros mismos subimos para decir dónde estamos o dónde hemos estado, la fórmula ya es inmejorable. El mundo está literalmente a golpe de clic.
Las ciudades quieren ser la ciudad que al turista le gustaría encontrar, «transformándose en el objeto que los turistas esperan».
Como bien menciona Íñigo Domínguez, en un reciente articulo de El País, las ciudades quieren atraer turismo, masificado o no, y para ello se han convertido en verdaderos parques temáticos, quieren hacerlas atractivas pensando en la ciudad que al turista le gustaría encontrar. Esto conlleva que los barrios, calles y plazas se desvirtúen, pasan de ser lo que eran a lo que creemos que deben de ser para el turista. Desde ese mismo momento vemos al turista como un mero generador de dinero y nada más. Así, lo que era bonito, atractivo y real pasa a ser irreal, artificial y falso.
Este fenómeno hace que por ejemplo ciudades como Barcelona, donde ya consideran el turismo como su primer problema, ofrezca una de las paradojas más malévolas que nos ha dado este fenómeno. Un lugar tan obsesionado ahora con su identidad la ha perdido por vender su alma al diablo. Barcelona ha muerto de éxito, Granada o San Sebastián empiezan a dar síntomas de lo mismo y el centro de Madrid se deteriora a gran velocidad.
Cuidemos al turista de calidad y escapemos del turismo masificado.
Todos las ciudades pretenden hacer campañas para atraer al turismo «de calidad”, es decir, al que más dinero deje. Sin embargo, no hay campañas productivas para que los camareros, los taxistas, los recepcionistas y toda esa amalgama de trabajadores con los que se topa a diario un turista sean agradables, simpáticos, hablen varios idiomas e intenten hacer la estancia del forastero lo más confortable posible. No, todo lo contrario, y no solo eso sino que en numerosas ocasiones los tratamos con la punta del pie. Parece como si sólo quisiéramos que vinieran con su tarjeta, la pasasen y punto, las personas nos importan bien poco.
A pesar de ello, hay muchos turistas que pretenden vivir una experiencia diferente, cuya prioridad es huir de la masa de fotógrafos en potencia, pero para ello hay que moverse a contracorriente. La verdad es que en muchas ocasiones no es fácil encontrar ese rincón, esa plazuela, esa ciudad, donde los habitantes hacen su vida y no forman parte del paisaje, sino que tienen sus casas y sus negocios, su panadería y su tienda de electrodomésticos.
Las ciudades, españolas o no, tienen que conservar su identidad, demostrar que son sitios de verdad. Sitios donde se vive, se trabaja y se disfruta, donde hay tiendas de barrio, familias, niños y mayores que pasean. Y sobre todo como decía el responsable de turismo de Burdeos en un libro de Elisabeth Becker titulado Overbooked: The Exploding Business of Travel And Tourism (2013): “La clave para el buen turismo es planearlo para la gente que vive ahí, para los ciudadanos, y si se hace bien, entonces el visitante será feliz también”.